Nuestro reciente viaje a Japón nos devolvió esa sensación de viaje iniciático, de sueño cumplido después de años ideando (curso de japonés incluído) y meses planificando.
No alcanza la vida para ver todo lo que un destino como Japón tiene para ofrecer (como no alcanza para ver tantos otros lados). Pero en dos semanas largas que estuvimos, vimos bastante. Bastante para saber que tenemos que volver.
Aclaro que habrá menciones de animes varios. Procuraré poner links. En mi Instagram hay una crónica bastante detallada de todo lo que comimos. Y ahora sí:
9.12
Llegamos
a Tōkyō-Haneda puntuales con el vuelo LH716, yo hecha mierda con resfrío
fuerte; dormité bastante, pero igual estaba destruida. Compramos la Welcome
Suica (tarjeta monedero para el transporte público) y fuimos con la Keikyu Line
hasta Shinbashi.
Dejamos
las maletas en el hotel y fuimos a comer, que era mediodía. Comimos en un
restaurantito/izakaya de ahí cerca (maso). Paseamos un rato por Ginza (muy
cheto) y, llegando a los jardines del palacio imperial, mi cuerpo dijo basta y
volvimos al hotel. De camino, atravesamos el parque Hibiya, lleno de gente
paseando, niños jugando y gente paseando perritos. Hicimos check-in, y ahí
tuvimos el primer inconveniente, pues al datáfono no le gustaba ninguna de
nuestras tarjetas, así que tuvimos que pagar en cash—casi un tercio de lo que
cambiamos. Me quedé en el Hotel durmiendo toda la tarde. Nacho, después de una
siesta, se fue a seguir dando vueltas por la zona y cenó por ahí. Yo me comí
unos chocolatitos que tenía de casualidad, para no tomar el antigripal con el
estómago vacío, pero no tenía hambre tampoco. Nacho volvió tipo 10 y a las once
me dormí de nuevo.
10.12
De ahí
fuimos a Shinjuku, cambiamos los JR Pass en la estación y, a pocas cuadras,
subimos al mirador (¡gratis!) del Tōkyō Metropolitan Govern building; ya era de
noche, así que muy lindas las vistas de todo iluminado. Cenamos en un lugar de
sushi: casi la mitad de precio que en Barcelona. En los restaurantes de aquí te
sirven agua o té gratis, lo que contribuye a gastar poco si una está antojada
de otra bebida, que son bastante caras en proporción a los platos de comida.
Volviendo,
pasamos por un Don Quijote. El “Donki”, como lo apodan, es una cadena de
tiendas baratas donde venden todo tipo de cosas: snacks, perfumería, papelería,
electrónica, cosas para la casa, accesorios, hasta sección sex-shop, tienen. Es
un buen lugar donde conseguir cosas de marcas o personajes a precios más
económicos que en las tiendas oficiales de esas franquicias. Me compré cositas
lindas de Ghibli y Sanrio y, de hecho, la variedad
de cosas de esta última marca superaba a algunas tiendas de la marca que pasé,
y los papeles de carta que conseguí acá eran mejores. Donki es una perdición:
además de lo grande y variado está abarrotado, su estructura laberíntica hace
que te pierdas dentro y salir es más complicado que entrar. ¡Día completo!
11.12
Nos levantamos temprano, 7:15, desayunamos frente a la estación de Shinbashi en un lugar un poco mejor que el de ayer (y un poco más barato también). Tomamos el metro hasta Asakusa y visitamos el Sensō-Ji, templo budista, dicen, más antiguo de Tōkyō. Mucho puestito de souvenires, amuletos y omikuji (oráculos), al mejor estilo Basílica de Luján. Mi omikuji lo dejé atado a las barras puestas a tal efecto, como marca la tradición si el oráculo no es favorable al deseo pedido; Nacho pidió lo mismo y a él le dijo que sí; está armado para que los dioses queden bien siempre, se ve. También aquí adquirí mi primer goshuin (sello) y, el segundo, en el vecino templo de Asakusa, sintoísta.
El goshuin no es un sello normal; se
compone de uno o varios sellos más un texto escrito en caligrafía que incluye
el nombre del templo, la fecha y un fragmento de algún texto sagrado. Según el
templo, te lo hacen en un momento delante tuyo (una belleza ver cómo trabajan)
o te hacen dejar tu libreta mientras hacés la visita y te la devuelven sellada
al final. Existen libretas específicas para coleccionar goshuin; yo usaba las
páginas lisas de mi diario de viaje. También hay sitios donde ya tienen los
goshuin preparados en papeles sueltos. Los precios van de 300 a 500 ¥;
algunos templos más importantes ofrecen varios modelos y también goshuin
especiales, de doble página y precio ídem. Después de los templos y dar una
mini vuelta por Asakusa (parecía el Once), incluyendo dulcecito local y un té
en Starbucks, fuimos hasta el centro comercial Solamachi. Mi objetivo era la
tienda Ghibli; pero al llegar allí decidimos subir a la torre Sky Tree. A pesar
del día choto, la vista desde 350 metros de altura es impresionante. Como la torre
estaba fuera de programa, estábamos un poco justos de tiempo para llegar al
Museo Ghibli. Queda en las afueras de Tōkyō, en una localidad llamada Mitaka.
Una horita larga de viaje, entre tren y después bus desde la estación de Kichijōji al
museo.
Comimos unos sándwiches overpriced al bajar del bus y, ahí sí, fuimos al museo: una belleza, en una casa de clara inspiración hundertwassiana en medio de un parque boscoso. Tiene una sala de cine donde pasan cortos realizados especialmente para el museo. Nos tocó Pandane to Tamago-hime, un cuentito hermoso con una heroína, la huevita del título, que me robó el kokoro.
Me compré una muñequita-llavero de ella en el shop (apropiadamente denominado “Mamma, aiuto!”, pues arrasaría con todo) que me acompañó el resto del viaje atado a mi mochila. Tomamos el té en la cafetería del museo, muy agradable, con aire toscano, y nos volvimos para Tōkyō, a Shibuya.
Subimos
a un bar carísimo en el último piso del edificio Magnet a para ver el famoso
cruce desde arriba. 1500 ¥ (10 €) la entrada con una consumición.
Salvo las vistas, el lugar cero onda, pero bueno, es lo que toca si querés
hacer la foto. En el sexto piso del mismo edificio había una tienda de One
Piece, me puse el sello pero no compré nada. No me copa la estética post salto
temporal.
Aquí
vale comentar dos cosas: una, muchas estaciones de tren, negocios y lugares
turísticos de Japón tienen sellos conmemorativos a disposición del visitante. Una
manera simple y gratis total de tener un souvenir. Para el del Skytree había
tal cola que me conformé con el que tenían para niñitos, que si no, no
llegábamos el museo Ghibli. Y dos, la densidad comercial de este país es
simplemente apabullante. Cualquier edificio comunardo de seis metros de frente
esconde adentro un minishopping, no en el sentido de un mall sino un negocio o
dos en cada planta. Algunos incluso tienen negocios en los primeros pisos y
viviendas más arriba. Abruma.
También
pasamos por Daiso. Daiso es una famosa cadena de tiendas de 100 ¥. De 100 ¥
de verdad, no como los antiguos Todo × 2 $ (Todo a 100 en España) en los
que la mitad de los artículos salía más que eso. Tienen de todo, y todo
sale 100 ¥ (110 con IVA, me cago en la diferencia). Cosas lindas, además.
Artículos con personajes conocidos con licencia de marca, no imitaciones
truchas. Dificilísimo contenerse de arrasar con todo.
Ya muertos de cansancio, volvimos para Shinbashi y cenamos en una izakaya de ahí. Vuelta al hotel y huevo hasta la hora de dormir.
Próxima parada: Yamanakako-Nagoya
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