1.4.09
Roma
Nota: Actualicé el post anterior con las fotos pertinentes.
Las dos últimas cenas en Florencia fueron decentes. Dimos con un restaurantito cerca del alberge, Mamma Toscana, bueno, bonito y barato. La anteúltima noche comimos el menú turista consistente en spaguetis de 1º y milanesa de pollo con ensalada de 2º. La última, Nacho pidió pizza y yo pappa al pomodoro, especie de sopa espesa típica de la región, rica.
El jueves a la mañana salimos para Roma, donde llegamos al mediodía. Dejamos las cosas en el hostel, comimos pizza -como no- y nos mandamos al Coliseo. El Coliseo es enorme, casi tanto como el estadio de River, aunque bastante hecho mierda pues luego de que se prohibieran las luchas de gladiadores iban sacando ladrillos y piedras para usarlos para otras cosas. Lo más asombroso es la arena propiamente. Ésta descansaba sobre un complejo laberíntico de pasillos y recámaras donde había desde equipo, fieras o luchadores que esperaban su turno de salir al ruedo hasta médicos para atender prontamente a los gladiadores heridos (algunos eran muy populares). Incluso tenían un sistema de "FX" para subir leones y otros bichos a la arena desde el subsuelo o hacer aparecer las jaulas "solas" desde bambalinas, con un sistema súper complejo de poleas que corría justo debajo de la arena y cuyas cuerdas se encargaban de tirar una caterba de esclavos. También se podía levantar la arena e inundar el subterráneo para recrear batallas navales (cosa que sólo pasó durante los actos inaugurales). Y pensar que mil años después, en la edad media, no sabían hacer losas de material.
Seguidamente paseamos por el Palatino (una de las siete colinas de Roma), donde solían estar los edificios más top del imperio: la casa del emperador, basílicas, templos, etc. Por desgracias par nosotros, habiendo visto Pompeya escasos cuatro días antes, las ruinas, que eran ruinas de verdad, tenían gusto a poco. Sólo en la parte más cercana al Campidoglio (la colina vecina - en la foto) se adivina un poco mejor que esos restos de ladrillo y columnas fueron parte de algo más, sobre todo cuando una lo mira desde arriba. A un par de cuadras está el Foro y Mercado de Trajano, que vimos también de "afuera y arriba".
De regreso hacia el albergue pasamos por dos iglesias interesantes. Una es la de San Pietro in Vincoli, santo patrono de la lucha contra las cadenas de email por votación popular, donde, además de las cadenas que supuestamente tuvieron prisionero a San Pedro, está una estatua de Moisés de Miguel Ángel. Luego pasamos por Santa Maria Maggiore, y finalmente por la Piazza della República. Tras un rato de solaz en el hostel, nos pasó a buscar Anto y fuimos a cenar a no-me-pregunten-donde, donde comimos muchas delicias a saber: alcauciles (deliciosos), un guisito de mondongo, uno de pollo, un churrascote con rughetta (rúcula y tomate cherry), una carnita muy rica (sory, no me acuerdo los nombres) y de postre... crema catalana, que por supuesto no estaba tan rica comola mía, jejeje. Después paseamos por varios puntos de la ciudad, que vistos de noche, y tarde como ya era, tienen otro encanto: Piazza Spagna, Piazza del Poppolo, el Coliseo, la Fontana di Trevi. Esta última merece todos los elogios que se le han hecho. Encajada en una estrecha plaza seca, es imponente, y se amalgama de manera imperceptible con el edificio a sus espaldas. Verla además así, sin las hordas de turistas que se concentran frente a ella a cualquier otra hora del día, es impagable.
Los dos días siguientes los dedicamos básicamente a callejear por la ciudad. Impresionante el Panteón: es el único templo romano que se conserva intacto, gracias a que lo transformaron en iglesia tan pronto dejaron de perseguir cristianos. Volvimos a pasar por los lugares de la primera noche, pero de día. Vimos los artistas en Plaza Navona, por suerte con cuadritos de buena calidad, en general. La construcción de la fuente central y la iglesia de Santa Inés están teñidas, según nos contó Anto, de puteríos semejantes a los del Duomo.
Del otro lado del Tíber vimos el Castillo Sant'Angelo, entramos a la Basílica de San Pedro, que es gigantesca y además de estatuas de santos tiene papas embalsamados decorando el rancho (no vi al polaco). Paseamos un poco por Trastevere, cruzamos la isla Tiberina, un pañuelito, vea, sólo hay una iglesia y otro edificio. De vuelta en nuestra margen del río vimos el teatro Marcello y los restos de la Puerta de Octavia. La recién estrenada primaver había cubierto el pasto entre las ruinas de amapolas y margaritas, dándole al conjunto un aire de lo más bucólico. Del Circo Máximo sólo queda el espacio, un gran parque donde la gente toma el sol o hace jogging y los perros corren pelotitas.
El sábado a la mañana fuimos a las Catacumbas de San Calixto, en las afueras de la ciudad. Las catacumbas las construyeron los cristianos en los primeros tiempos, cuando estaban perseguidos por los romanos. En ellas enterraban a sus muertos (incluyendo varios mártires v.i.p.) y , de ser necesario, buscaban refugio de los perseguidores, ya que la ley romana prohibía matar en un cementerio. La roca blanda que constituye el terreno de la zona permitió excavar muchos y complejos túneles: hay más de 20 kilómetros de galerías subterráneas, de las cuales, claro está, sólo vimos una pequeña muestra. Ahí abajo sobreviven, además, algunos de los primerísimos frescos cristianos.
A la vuelta pasamos por la iglesia de San Giovanni Latterano, que es la catedral de Roma. enfrente está la Scala Santa que, según dicen las malas lenguas, subió Jesús para ser recibido por Pilatos. Luego de comer fuimos a los museos capitolinos, que resultaron muchísimo más grandes de lo que nos imaginábamos. En una de sus salas está la hermosa loba etrusca de bronce que, según la leyenda, amamantó a Rómulo y Remo, dos desagradables engendros rechonchos que fueron agregados en el Renacimiento. Completamos el paseo paseando un ratito por los jardines de Villa Borghese y espiando el Ara Pacis desde afuera del modernoso recinto donde se encuentra y al que te cobran un pastón para entrar.
En el Hostel donde estábamos servían pasta gratis cada noche, así que la cena nos salió barata. El domingo queríamos ir a la capilla Sixtina aprovechando que ese día era gratis, pero la cola kilométrica que había ya una hora antes de abrir no nos permitió cumplir con la visita, ya que sino no hubiéramos llegado al aeropuerto a tiempo para volver. Quedará para la próxima.
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Tarde pero me pongo al día con el final del viaje. Parece haber sido pantagruélica la cena con Antonio, salvo que se tratara de cazuelitas en plan tapas.
ResponderBorrarMe respondiste una pregunta que le dejé a Igna, que dónde estaba la loba. Así que Rómulo y Remo no pertenecían a la estatua original? No tenía la menor idea.
Parecen haberla pasado muy bien, en un lindísimo viajecito. Que sigan los éxitos.