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El jueves tras mañana de pileta nos fuimos a Mdina, la antigua capital. Ciudad amurallada, toda del color de miel de la piedra caliza, detenida en el tiempo y hermoooosa! sin el caos ni la suciedad de Valletta, con vistas panorámicas, palacetes barrocos aquí y allá, una belleza. La recorrimos tranqui -es chiquita- y vimos la Catedral, barroca. Malta es un país tremendamente católico, con lo cual no le permiten a una entrar a las iglesias con ropa despechugada de playa, pero tienen el buen tino de proveer, a la entrada de cada una, de chalinas u otros trapos semejantes para que las turistas se puedan cubrir los hombros y/o los muslos. Yo tenía remera de manga corta así q no me hizo falta.
Depués comimos en una terraza divina junto a la muralla, con vista panorámica: se veía hasta Valetta. Nacho comió pizza y yo una ensalada de atún, livianito pues el calor apretaba.
Mdina es también famosa por la artesanía en vidrio. Divino. Jarrones, perfumeros, platos, boles, en variedad de colores y diseños espectaculares, desde el rústico-antiguo al modernoso-kitsch pasando por el revival-psicodélico, mono o multicolor, liso o esmerilado, transparente u opaco, todos un deleite para la vista y un dolor para el bolsillo. Aún así nos compramos un jarrito chiquito, lo q permitía el presupuesto, pq es imposible ver tanta belleza junta y no querer tener un poquito.
A la tarde estuvimos en la pileta y luego nos fuimos a Buġibba a cenar. Comimos en un restaurant q de vista no era gran cosa pero las opciones del menú prometían, y no decepcionaron: Nacho comió de entrada sopa de champiñones, y de segundo costillitas de cerdo; yo, melon con jamón y pulpo al ajillo versión maltesa, delicioso. Regamos el festín con un delicioso vino local, Verdala rosé, el cual a Dios gracias conseguí comprar a nuestro regreso en el Free Shop, pues ahora con esta regulación pelotuda de los líquidos la única forma de llevarse vinos a casa es comprándolos después del check-in.
El viernes teníamos una excursión contratada para ir a Gozo y Comino, las otras dos islas. Nos pasaron a buscar por el hotel y nos llevaron hasta Ċirkewwa, donde tomamos el ferry q en 15-20 minutos nos depositó en Gozo. Aquí pudimos apreciar el carácter mediterráneo del país, pues el embarco y desembarco del ferry se realizaba integramente a través de la bodega, con lo que los viajeros de a pie nos mezclábamos con los autos y hasta camiones que cruzaban de una isla a la otra, un quilombo y, a riesgo de sonar demasiado europea, una aberración desde el punto de vista de la seguridad.
Gozo tiene el mismo tono uniforme que Malta y la misma vegetación achatada, pero conserva un estilo más tranqui, se la ve más provinciana, más "auténtica" y limpia. En el puerto nos recogió el guía y fuimos primero al Gozo Heritage, una especie de museo audiovisual que muestra la historia de la isla: UNA CAGADA. Malo malo. Nos hubiera valido más ahorrarnos la plata de la entrada (q no estaba incluida y aunqueno era cara, era cara para lo q era eso) y dedicarnos a mirar las lagartijas q toman sol en las paredes de piedra y son tan bonitas. Saliendo de allí fuimos a ver la iglesia de Xewkija, redonda, construida en el siglo XX en reemplazo (y alrededor) de una anterior que quedó chica y q se trasladó pieza por pieza a no se qué museo. Linda, amplia y luminosa.
De ahí nos llevaron a la capital, Victoria, antiguamente llamada Rabat. Paseamos a nuestro aire por la Ciudadela, desde donde se ve prácticamente toda la isla, y los alrededores de la plaza donde había mercadillo. Una cosa q nos llamó la atención en los alrededores de las iglesias importantes de cada pueblo son unas espantosísimas columnas de altura variable, con estuco policromado y estatuas de santos encima, la cosa más kitsch que se pueda uno imaginar. Encima, por la uniformidad de color de los edificios circundantes, resaltan más, y no pegan ni con moco. Producto típico de la isla: el encaje de bolillos, cuyo estilo refleja un poco la mezcla de culturas q tienen los malteses. Muchos trabajos ostentan la cruz de Malta en Guipur, y se usa mucho el hilo de seda color natural.
Luego fuimos a comer. Estaba la opción de incluir el almuerzo en la excursión pero no era barato, y a riesgo de ensartarse, preferimos llevarnos sanguchito. Otra gente del grupo también se llevó la viandita. Luego de comer volvimos al puerto y ahí nos llevaron en bote a Comino. En Comino sólo hay un hotel, un puesto de policía con un agente, una capilla donde va el cura una vez por semana para dar misa y cuatro viejos en una casa ídem. La isla tiene sólo 3,5 km² y su principal atracción es la Laguna Azul, una bahía baja de aguas turquesa photoshop donde (nos) llevan a todos los turistas. Ahí estuvimos disfrutando del sol y el agua transparente con pececitos una horita más o menos. De nuevo al bote, vuelta a la isla para admirar los acantilados y regreso a Gozo para tomar el ferry de vuelta, q salió con media hora de atraso. Nos quedamos con ganas de más.
A la noche fuimos a un restaurante de los q ofrecían menú turista a 10 euros (4,30 Lm). Nacho comió cóctel de camarones y solomillo con salsa de pimienta, yo champiñones a la crema con ajo y perejil y piernita de cordero con salsa de menta, la cual tenía un sabor distinto de todo que me llevó todo el plato hasta decidir que me gustaba. De postre, comimos los dos tarta de manzana. El servicio en los restaurantes q fuimos era bueno: a diferencia de lo q ocurre aqui en Alemania, los platos no tardaban una eternidad en llegar, y además te traían el pancito con la mantequita para amenizar la espera, como corresponde. Acompañamos con un tinto local, La Vallette, estaba OK pero no nos entusiasmó mucho.
Después de tanto trajín, el sábado, que era nuestro último día, nos dedicamos al relax playero. Yo aproveché la geografía rocosa para jugar al Animal Planet: había pececitos, algunos de colores; camarones, uno de los cuales me caminaba por el pie; nécoras; caracoles; algas varias; dos gusanos de mar; y montones de cangrejitos ermitaños que por ser tan cute se han convertido en uno de mis bichejos preferidos. Al mediodía comimos algo liviano en un merendero y mandamos algunas postales, después siesta y de nuevo a la playa. A la noche repetimos el restaurant del jueves, q ofrecía varios platos malteses. De primero entonces tomamos sopa, yo de champiñones y Nacho de pollo, y de segundo comimos ambos Braġioli, llamado en inglés "olivas de carne". Son como unos rollitos de carne picada con condimentos varios envueltos en un bifecito finito tipo milanesa, horneados y acompañados de salsita. Rico. Para tomar nos decantamos por la versión tinta del Verdala, q también nos gustó mucho. Y de ahí a la heladería y a gastar las últimas liras maltesas para no traerlas de vuelta.
Y ya está, al díasiguiente nos levantamos tempranísimo para agarrar el transfer al aeropuerto donde teníamos q estar dos horas antes d nuestro vuelo, q salía 8:55, y decirle adiós a este fascinante país.
Nuri: veo que ha sido una experiencia más que satisfactoria. Cultural, visual y también gasronómica, pues detallás menúes riquísimos, se me hace agua la boca. En cualquier lado encontrás alimento a tus pasiones (bichitos, plantitas, bolillos). Me alegra lo bien que lo pasaron
ResponderBorrarEn la lista de pasiones agregale papeles de carta, me compré un set el Valletta y recién llegar los cambié todos!
ResponderBorrarMe olvidé de comentar que me fascinan los vidrios de esos artesanales estilo antiguo, antiguo de la antigüedad, no kitch, no pop. Recuerdo la magnífica expo de vidrios que vimos en el museo arqueológico de Barcelona. Había jarros, potes, joyas griegas, romanas y otras vejestudes que una podría tener en su mesa de living o colgada de su cuello con todo orgullo. Mucho diseño moderno ya está ahí. Chapeau por el jarrito que se compraron
ResponderBorrarMe enseñan esas fotos y me dicen que es un pueblo de españa y me lo creo.. que fuerte es igualito que españa no?
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