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18.7.06

Euskal Herria parte 2

Parte 1
 NOTA: posteo esto sin las fotos porque hace más de media hora q estoy tratando de subirlas y Blogger pasa de mí olímpicamente. Cuando se le antoje, las subiré.

El lunes a la mañana partimos en el Euskotren para Donostia. El viaje era largo, mucho más que con bus, pero atravesando unos paisajes preciosos, bosques, arroyos, etc. Un hecho mucho muy extraordinario en los tiempos que corren nos ocurrió en el tren. Justo cruzando el pasillo de donde estábamos sentados había dos chicas de unos 13-14 años por un lado y tres chicos de 10-12 años por otro, pelota incluída. No se los sintió en todo el viaje. Iban charlando, riéndose entre ellos, pero sin gritar, ni patear, ni levantarse, ni chillar, ni ninguna de esas cosas que hacen los críos de hoy en día. O nos tocó la lotería, o Euskadi es el último reducto de niños educados del mundo conocido. Cabe aclarar en este punto, que en realidad todo el tema del viaje a Euskadi vino porque Nacho no quería perderse el concierto -gratis- de Dylan en la playa donostiarra de Zurriola. Mr. Dylan dio también un concierto en Catalunya, en Calella, pero en un auditorio muy pequeño del que se agotaron las entradas en un no res y por lo que salían en la reventa, mejor nos vamos de finde. Total q al concierto se quedó sólo Nacho, pues yo nomás tenía dos días de fiesta a cuenta de los 9 de vacaciones q me tocan por la fecha q entré a trabajar.
La verdad q Donostia, sobretodo después de haber flasheado con Bilbao, no me gustó mucho. O sea, tiene partes muy lindas, como los paseos junto al rio, los palacetes modernistas, los parques, pero... Es Mar del Plata. Reduzca Ud. La Feliz para ajustarla a las proporciones de la península Ibérica; cambie la rambla por el paseo marítimo; la Bristol por la Zurriola; playa Grande por la Concha; Los Troncos por Ondarreta; el Lobo Marino por la Construcción Vacía de Oteyza; el Casino por el Ayuntamiento y ¡voilà! La diferencia es que Donostia tiene un centro histórico que data de la época en que lo único que había en Buenos Aires eran los soldados de Garay cagándose de hambre, y un río y un par de montañitas en plena city que dan estilo al conjunto. En una de esas montañitas, el Monte Igeldo, estaba nuestra pensión, bastante lejitos del centro (hasta las manzanas aquí eran de tamaño bonaerense), pero con el tema del concierto no conseguimos en ningún otro sitio. La verdad es que estaba muy linda, rodeada de jardines, y un colectivo a 200 m. que nos acercaba hasta el centro .
En el mismo monte hay un "parque de atracciones" y lo pongo entre comillas porque cómo lo explico... ¿Alguno conoce el parquecito de diversiones de atrás de la Basílica de Luján? Bueno, es Disneylandia al lado de éste. Cosa más decadente, hecha mierrrr... lo único bueno son las vistas, de arriba del monte, hacia el mar y la ciudad. En medio de la Bahía de la Concha (no sean pendejos, no se rían) hay un islote, la Isla Santa Clara, todo acantilado con un faro arriba. Lo único otro bueno es que bajamos en el funicular, que era clavadito a los vagones del subte A pero en escalerita, cosa que dejó de sorprendernos cuando supimos que se inauguraron en el mismo año. Luego de ver el estado del parque, sólo cabe esperar que al menos el funicular sí le hagan algún mantenimiento.
Almorzamos en Merdónals y pasamos la tarde paseando por los rincones novecentistas de la ciudad, ya que hacía un calor de locos, estábamos cansados y no daba para mucho más. A la noche hicimos nuestra única "comida decente" en Donostia, en un restaurant vasco que ofrecia menú a buen precio. De primero ensalada para mí y paella para Nacho, segundo carne con salsita de pimienta (sale con fritas) y de postre, yo flan y Nacho natillas. El restaurant estaba en un primer piso, y en el balcón de enfrente ondeaba la bandera vasca, mientras abajo en la calle un grupito de parientes le cantaba a una nena chiquita canciones en euskara... vamos todavía.
Al día siguiente amaneció lluvioso, con lo que remoloneamos un poco antes de dejar la pensión. Por suerte cuando llegamos al centro había parado de llover, así que subimos al Monte Urgull, que separa la ciudad vieja de mar, a conocer el castillo. El castillo fue construido en el siglo XIII y sufrió varias remodelaciones hasta q dejó de usarse. Uno puede pasearse a gusto por sus patios, escaleritas y pasadizos. Debo decir que el hecho de que estuviera el cielo todo tapado, en este caso, fue un plus, ya que junto a la exuberancia vegetal que rodea el conjunto, me sentía como Indiana Jones. Al bajar del monte fuimos al museo municipal, de entrada gratuita, que está bastante bien. Funciona en un antiguo convento. El claustro superior funciona como sala de etnografía. Sobre uno de los lados hay varias salas de arte, variadito, y el 2º piso está dedicado exclusivamente al arte vasco. Lindas cosas. Enla planta baja está la iglesia con frescos de Josep Ma. Sert y la sala de exposiciones temporales. En ese momento había una, patrocinada por La Caixa, de arte moderno, una cagada. Ladri pero ladri maaaaaaal. Una sola obra se salvaba (muy raspando y porque soy muy buena) . Comimos en Merdónals mientras veíamos llover y luego dimos más vueltas por la ciudad, hasta la hora que me volví a Bilbao para tomar el avión de vuelta. Me traje la mochila de Nacho y él se quedó con nada más que lo puesto y el billete de micro para volverse a la noche cuando terminaba el concierto. End of trip.

2 comentarios:

  1. Nuru: recién acabo de encontrar un momento para leer las aventuras de la feliz pareja por Euskadi. Te vas superando cada vez en tus relatos de viajes. El grupo de las feathers me dice que mis cuentos de viaje/comida son merecedores del canal Gourmet, pero si nos juntáramos ustedes dos y yo, podríamos hacer unos cuadernos de viaje para argentinos que Horacio de Dios nos vendría a pedir consejo. Me encantaron las observaciones sobre el bebé auténtico. Cariños mil, Silvi

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  2. Dale, y hacemos plata! Y q después nos paguen para relatar viajes y restaurantes! :P

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