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21.4.06

London part Three
Crowded Saturday

Part Two ~ Part One El sábado arrancamos a primera hora rumbo al Big Ben para cumplir uno de mis sueños de cuasi toda la vida: conocer la abadía de Westmister. Es curioso como hechos aparentemente nimios de nuestra historia dejan grabados anhelos tan fuertes. En mi adolescencia temprana, mi amiga Caro tenía grabada en VHS la versión de Príncipe y Mendigo de Richard Fleischer (¡acá encontré el trailer!!!) Nos encantaba (a mí además me gustaba el protagonista - si ya sé, soy una loser), la mirábamos más veces de las q la habían pasado jamás en Sábados de Súper Acción y hasta The Houses of Parliament con el Big Ben y, al fondo, se ve el London's Eyeactúabamos algunas escenas (adolescenciaaa!). Como sabrá todo aquel que haya visto la peli o leído el excelente libro de Mark Twain, la historia culmina con la coronación del nuevo rey... que por supuesto es en Westminster Abbey, como todas las coronaciones de los monarcas ingleses desde 1066 hasta la fecha. En la peli, se muestra un paneo fabuloso de la iglesia, con el príncipe entrando y un coro cantando un Aleluya hermoso que algún día conseguiré. Desde entonces que quiero ir. Y después de soñar con ello durante más de 15 años, lo conseguí. Y me encantó.
Gracias a Dios que llegamos temprano, pues la marea de gente que había ya antes de la hora de apertura era impresionante. Andar por los deambulatorios era como andar por el andén sur de la estación Morón a las 7 de la tarde, una amansadera (Bienaventurados los mansos, que dijo el flaco). Vale decir que la abadía no es un mero reclamo turístico. Sigue siendo y funcionando como iglesia y, como tal, los horarios de visita se acoplan o superponen a los de los servicios. A cada hora en punto, se recita una oración, y esa marea humana se detiene por un momento, sea por compartirla, sea por respeto.
En la abadía de Westminster no sólo se coronan los reyes y reinas, sino que se entierran. Westminster AbbeyDestacan la tumba de Isabel I, su media hermana María Tudor, que la precedió en el trono; María Estuardo, y la realeza a tutiplén, incluyendo nobles de menor alcurnia. También están allí allí los supuestos restos de los príncipes desaparecidos en la Torre de Londres, y gente ilustre como Darwin y Newton. Justo detrás del altar mayor y la tumba de Eduardo el Confesor está la silla de Coronación. Quienes imaginen un trono lleno de boato pueden borrarlo de su mente, pues la silla en cuestión, de madera, es la misma desde 1301. O sea, que bastante baqueteadita está, y más vale que los monarcas que en ella se sienten no estén muy excedidos de peso, que sino...
En el crucero sur está el Poets' corner, donde se encuentran enterrados varios exponentes de la flor y nata de la lírica inglesa. Con el tiempo, se han agregado además un montón de placas recordatorias de otros tantos escritores cuyos huesos están en otros sitios. El claustro es sencillo, muy bonito, y por él se accede a la sala capitular, octogonal, muy linda, que todavía conserva en bastante buien estado el embaldosado medieval de terracota decorada. En el tramo final de la iglesia se encuentra la operla final del recorrido, la archifamosa Tumba del Soldado Desconocido! Es una placa de mármol negro en el piso, con letras de bronce y bordeado de amapolas (artificiales).
Salimos de allí y nos fuimos para el Museo Británico, previo almorzánding en Subway. Comimos abundoso y muy barato: los dos por 10,80 £. O sea, 10,80 x 1,5 = € 16,20. Bueno, sigue siendo relativamente barato, no? 16,20 x 3,70 = ¡59,94 pesos! Eso sale comerse un chogusán como la gente en Londres. El Museo Británico, enorme, está muy bueno por un lado, por la cantidad de cosas que tiene y que merecerían varias visitas sucesivas para poder difrutarlas como se debe, pero que el tiempo que es tirano no nos permitía (no así el dinero, pues la entrada es gratis). Destacan los expolios, perdón, las salas de Egiptología, Grecia, Roma... Imperdible la piedra Rosetta (que atisbamos entre los hombros de la muchedumbre), un Moai que tienen por ahí, y unas portaladas completas no sé si persas, asirias, babilónicas, en fin, de por ahí. Yo por supuesto fascinada con la bijou, tan cool hace 3000 años como ahora. Sin embargo fue una visita que nos terminó poniendo de mal humor, pues la circulación dentro del museo es malísima, por no decir inexistente, y continuamente hay que atravesar salas (kilométricas, además) ya vistas para poder ir a ver otra, entre las hordas de gente, nuestros pies destrozados, es como si todo el museo fuera un gigantesco monumento al cul-de-sac. Tan calientes estábamos que ni pasamos por el gift-shop (y esto en mí es preocupante).
Bajamos por Charing Cross Road. Debo decir, que no pude determinar la entrada a The Leaky Cauldron, por cuanto ninguna de las librerías estaba junto a ninguna disquería. O uno de los vecinos pub ha cambiado de rubro, o los Muggle Repelling charms son más complejos de lo que yo creía. Tomamos una lateral para recorrer los alrededores de Covent Garden, Covent Gardenantiguamente mercado de carnes, devenido... sí, adivinó usted, shopping! Comprar no compramos nada (£ibras, remember), pero tomamos la leche en un café de ahí. Yo firme con mi cappuchino, pero Nacho en un arranque entre inglés y Simulador pidió Earl Grey. De Covent Graden seguimos paseando por las inmediaciones. Muy bonita Leicester Square, desde donde llamé a mi madre de una cabina de las rojas. El barrio está lleno de teatros, cines, y lugares para comer, la mayoría caros. Pasamos por Chinatown y nos adentramos en el Soho. Cenamos por ahí mismo, en un tenedor libre Tailandés. La comida no nos gustó tanto como la clásica del Chino, pero valió la pena probar nuevos sabores (total, entre los rollitos primavera, el arroz y los fideos quedamos pipones lo mismo). 15 £ entre los dos. ¡Barato!... Or is it?

1 comentario:

  1. Si algún día llego a ir a Westminster Abbey, no dejaré de consultarte, dada la amplísima información que recaudaste allí, sumada a tu previa pasión por el lugar. Silvi

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