Nos alojamos en la aldea de El Rocío, que ahí nos enteramos es propiamente
la de la Virgen del Rocío y sede de la masiva romería del mismo nombre (con el consecuente disturbio para las especies del parque, pero en fin).
Durante la misma el adormilado pueblito pasa de 1500 habitantes a casi dos millones, más un casi millón de caballos. Todas las casas, de hecho, tienen su cuadra con salida a callejones entre manzanas. La distribución del pueblo es muy peculiar, más parecida a una ciudad balnearia bonaerense que a cualquier pueblito andaluz que una tenga en mente. Trazado ortogonal con amplias calles y plazas de arena, casas bajas, de no más de dos plantas, todas con el mismo estilo colonial, con su galería delante y la salida de la cuadra detrás. Rodeada de Parque Nacional, la aldea está urbanizada al límite de su capacidad, y el fervor rociero hace que los inmuebles en este pueblo en medio de la nada sean de los más caros de España.
El Parque Nacional se visita con excursiones guiadas. Hay senderos en los centros de interpretación distribuidos en los límites, pero éstos no llegan a adentrarse en las zonas más protegidas y lo que se puede ver desde los observatorios es bastante limitado, especialmente si, como nos pasó a nosotros, los pantanos están secos porque todvía no llovió. Así que hicimos sendas excursiones, una por la parte norte, boscosa, y otra por el sur, zona de dunas.
En época de celo, los machos a veces llegan a morir de inanición,
preocupados como están con la idea fifa.
preocupados como están con la idea fifa.
La excursión norte fue la que más nos aportó en términos animalísticos. Vimos conejos, jabalíes, ciervos, gamos, aves varias y, ya volviendo, la estrella del parque, el lince ibérico. Como ya estaba anocheciendo no quedaron bien las fotos.
Lince ibérico... kind of
En estos últimos años lo tienen muy duro por una epidemia de mixomatosis que está diezmando a los conejos, su principal fuente de alimento. En el monte destacan los pinos, las encinas, alcornoques, acebuches (olivo salvaje) y enebro.
Al día siguiente hicimos la excursión sur, entrando por la playa tras atravesar Matalascañas, un aborto urbanístico de los tantos que pululan el litoral españistaní, con el agravante de estar embutido en una zona protegida. Vimos bastantes jabalíes, incluso uno en la playa; más ciervos y gamos; vacas y caballos marismeños -razas autóctonas que viven en libertad en el parque- y un águila real ibérica montando guardia en la copa de un pino.
Lo más interesante de esta excursión fue observar el ecosistema de las dunas móviles, que van trasladándose cual olas lentamente tierra adentro con el correr de los años. En los valles interdunales, llamados corrales, crecen bosques de pino piñonero que serán devorados por la duna. Sólo unos pocos pinos llegarán a ser lo bastante altos para no morir asfixiados por la montaña de arena; los enebros, por su parte, poseen raíces "flotantes" que les permiten surfear el médano. A medida que se descubre un nuevo corral, nacerán nuevos árboles. Basta una sola mirada al valle para saber hacia qué lado va la duna.
No hicimos mucho más, básicamente porque el pueblo al no ser temporada estaba muertísimo; de hecho la última noche salimos a dar una vuelta a ver si había otras opciones de cena además del restaurant de nuestro hotel... y nos volvimos. Marido arrancó las tres cenas tres que hicimos allí con caldo rociero, una suculenta sopa hecha de caldo de cerdo con huevo duro picado, taquitos de jamón ibérico y croutons. Yo comí un estofado de jabalí delicioso, y en el bar donde almorzamos el 2do día unas espinacas con garbanzos y bacalao que estaban impresionantes. En todos lados comimos comida casera, cero glamour pero todo sabor.
De allí ya nos fuimos para Castaño del Robledo a pasar unos días de relax en familia y traernos un nuevo retoñito de jamóM.
MisiMesi (a) Cuqui (dcha.) y su amigo en la ventana
Hace mucho que no entraba y veo que me estaba perdiendo mucho!
ResponderBorrarMuy interesante todo lo que contás sobre Doñana, un festival de bichitos todos para vos, sin competencia de otros turistas.
No conocía la historia del pueblo El Rocío. También me interesó el tema de las dunas que se desplazan y la vegetación que muere o flota.
Y ni hablar de la sopita esa, qué manjar parece, yo también la hubiera repetido.
El video de Españistán lo había visto ya, creo recordar, pero merece ser visto nuevamente, está hecho con mucha gracia e ironía, explicando clarito los porqués.