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9.6.12

Cape Town III

El viernes hicimos una excursión de día completo al Cabo de Buena Esperanza. Como quien dice, la punta del mapa. En realidad, el extremo sur de África no es el Cabo, sino cabo Agulhas, un poco más al sudoeste, pero durante muchos años, los de las grandes travesías, se creyó que era Buena Esperanza. Total, que le quedó la fama.
Pero además el Cabo es parte del Parque Nacional de Table Mountain, tierra de fynbos -la riquísima vegetación típica del Cabo y hogar de muchos animales, incluyendo el pingüino del cabo y la ballena franca, que se reproduce en estas costas como en la Patagonia. 
Salimos a la mañana por la ruta panorámica que da a la playa. En la combi éramos 10, además del guía, y salvo él y nosotros, todos los demás eran yanquis, una pareja de mediana edad y el resto estudiantes que estaban en Cape Town por no se qué congreso o qué monga; por suerte todos gente normal. Paramos primero en Hout Bay, parece que es un pueblito muy peculiar pero la verdad que en el plan excursión de combi no valió mucho la pena la parada, ya que nadie queria hacer la excursión en barquito a la isla de los lobos marinos (que hubiera sido lo suyo si hubiera estado incluida en nuestro tour pero no era el caso). 
De ahí fuimos a la pingüinera de Boulders Beach. Los pingüinos del Cabo son chiquititos, apenas me deben pasar de la rodilla. La pingüinera está en aguas de la Armada: al adjudicarse el ejército ese trecho de costa como base, quedó vedada la pesca; y los pingüinos, ante la resultante abundancia de alimento, decidieron instalarse. 
Seguimos un poco más al sur. Por el camino vimos un par de babuinos, y por suerte no vimos ninguno más. Es que estos monos son un problema cuando aprenden que la gente puede ser una fuente de "golosinas": roban carteras, bolsos y similares, atracan tachos de basura, se meten en casas y restaurantes, e incluso saben abrir puertas de autos. No destacan por su buen carácter, tienen colmillos grandes y son especialmente corpulentos debido a su alimentación rica en proteínas: son la única colonia de babuinos que baja a la playa regularmente para juntar mariscos. Por el parque patrullan guardas cuyo trabajo es mantener a los micos alejados de los lugares frecuentados por la gente, y aun así, por todos lados hay carteles de advertencia. Paramos para montar en bici -veníamos remolcándolas en un trailer a tal efecto. Así que siguió una bicicleteada de unos 6 km, casi todo en bajadita o plano, por las rutas capenses, admirando el paisaje, hasta el centro de visitantes de Buffelsfontein. Allí almorzamos en plan picnic, y después volvimos a agarrar las bicis hasta llegar al Cabo de Buena Esperanza propiamente. Justo donde empieza la playa, una pareja de avestruces. Mientras el guía acomodaba las bicis de nuevo en el trailer, emprendimos la caminata que va desde el Cabo de Buena Esperanza hasta la Punta del Cabo (sí, son puntos distintos, y acá todo, todo lleva el nombre "cabo" adosado). Un sendero increíble que va bordeando la costa por la cima del acantilado, en el que las olas rompen con violencia y mucha espuma. Sobre las rocas está plagado de dassies (wiki dice que en castellano es damán, pero no me gusta), un bichito tamaño conejo grande, pero con orejitas pequeñas, con los cuales tuve que ejercer estricto control de mis impulsos estrujativos, ya que los muy panchos no se asustaban para nada de nosotros. Más adelante en la senda vimos un puercoespín muerto :( Pero la cereza del postre, al doblar en una curva, fue un eland que estaba pastando en toda su majestuosidad. Con el segundo aliento llegamos al faro antiguo,  en lo más alto del acantilado: casi 300 metros sobre el nivel del mar. Curiosamente, esta altura lo hacía poco eficiente, ya que la niebla solía comprometer la visibilidad. Más abajo se encuentra el faro nuevo, pero no tuvimos tiempo -ni energías-para ir. Las vistas durante todo este recorrido, repito, son impresionantemente bellas. 
Llegamos al hostel cansados pero como era la última noche fuimos a comer afuera, a un restaurant cercano donde presentando su volante publicitario te regalaban una botella de vino - un pinotage divino. A pesar de que las porciones eran gigantes, fuimos lo bastante cerdos para pedir postre.
La mañana del sábado fuimos hasta el mercado vecinal de Woodstock, un rejunte moderno de negocios boho-chic, artesanías finas para la casa, mercado de productores locales y puestitos de comida gourmet. Nacho se comió una ciabatta de bresaola, parmesano y rúcula; yo me compré un jarabe de rosas. Volvimos al centro, caminamos hasta el hostel atravesando los Company Gardens donde grandes y chicos por igual alimentaban a las ardillas y las palomas, juntamos las cosas y nos fuimos al aeropuerto para emprender el regreso al verano alemán, que nos recibiría con 10 grados menos que el invierno africano.

Cape Town's the place for me
Cape Town I love you so
Durban is pretty, and so is Joburg city
but it's Cape Town a place for me
and how its climate suits me to a tee
Bloemfontein and Mafikeng
all is nice as anything,
but Cape Town's the place for me

(Instant Juancho's Hit que sonaba en el bus turístico).

2 comentarios:

  1. Me hiciste reir con los impulsos estrujativos. Nunca había escuchado sobre el dassy, ni sobre el eland que googlée. Ni tampoco sobre la formación vegetal fynbos, leí el artículo al que remitís. Muy instructivo todo.
    Y además un lindo paseo. Estuvo bueno como broche de esos días. Qué caca la temperatura alemana, 10 grados menos que en el invierno sur!

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  2. Hola,estoy de vacas… por fin… así que por eso estoy tan desconectada últimamente pero espero que no os olvidéis de mi, ehh??? Así que a ver si participas en mi concurso de LA VUELTA AL MUNDO por mi primer Cumpleblog feliz que me haría muchísima iluuuuuuuu! Un besote!!!! que maravillosa excursión por cierto, siempre he querido ir y ahora máaaaaaas!!!

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