El año pasado en Volksfest me propuse, y así declaré mis intenciones ante los presentes (quienes debido a la alcoholemia no sé si lo recuerden) que "el año que viene vengo en Dirndl". El Dirndl es el "vestidito típico de campesina bávara" y aunque Crailsheim caiga técnicamente en Baden-Württenberg, son muchas y muchos los que en las fiestas del pueblo presumen de look Oktoberfest. Así como los Lederhosen son de lo más matapasiones que puede haber, el Dirndl es lo contrario: de corte impecable, el traje le queda bien a toda fémina tenga el cuerpo que tenga. Tal vez por esto muchas chicas jóvenes visten Dirndls que de tan modernos son aputonados (de minifalda, con brillitos, colores chillones) que en opinión de quien escribe resultan más bien la versión tienda de disfraces o, peor, sex-shop del Once de lo que debería ser un hermoso traje regional.
Y un hermoso traje regional no se consigue a precio de sex-shop del Once. El Dirndl es caro, y desembolsar cien euros -mínimo- de golpe para un vestido que se usará dos noches al año era como un poco mucho. Así que decidí ahorrar: todas las monedas chiquitas, de veinte centavos o menos, serían separadas y juntadas de poquito para comprarme mi Dirndl. Del 1º de octubre al 31 de agosto, si juntaba un promedio de treinta centavos diarios, tendría cien euros para comprarme mi Dirndl a tiempo para la Volksfest de este año, que tuvo lugar el pasado finde, 16 al 19 de septiembre. Así que transformé una latita de manises en alcancía, le puse un hermoso cartelito rosa con la leyenda "Dirndl Fund" y ahí fui vaciando mi monedero de las monedas designadas cada día. Mi Amado Esposo colaboró con gusto, ya que las monedas chiquitas le molestan.
Afortunadamente en Europa no hay la escasez de monedas de Buenos Aires, pero el hecho de tener una lata llena de cash a mano, aunque sea calderilla, te puede sacar de un apuro, y mantener el nivel de ahorro exigió algunas concesiones: por ej., a la mañana temprano cuando tomo el colectivo para ir al trabajo el chofer suele no tener cambio (las incoherencias del transporte público de Frankfurt merecen, más que un post aparte, un kilo de goma-2) con lo cual tengo que tener los cuarenta centavos de los €2,40 para darle, monedas que en realidad tendrían que haber ido a los ahorros. Lo que hacía entonces era poner en la alcancía una moneda de cincuenta a cambio de las dos de veinte que sacaba o dejaba de poner. Otra, yendo de vacaciones no podía estar separando moneditas aquí y allá, no hubiera sido práctico. Entonces a la vuelta directamente metía treinta centavos multiplicado por los días de ausencia. Así, a la vuelta de las dos semanas en Italia y Grecia metí cuatro con cincuenta. Y obvio que si sacaba monedas de la latita para algo, después reponía el importe aunque fuera en otra denominación, y si había que redondear, siempre hacia arriba. Por eso, al final del plazo estipulado, de los cien euros, 32,50 estaban en billetes y monedas "grandes". El resto, la sugerente suma de €69,69, eran las moneditas chicas:
¿Cuántas moneditas hay en casi 70 euros? Casi mil. Y pesan como un recién nacido:
Valor | Unidades | Importe | Peso en gr |
0,20 | 150,00 | 30,00 | 861,00 |
0,10 | 226,00 | 22,60 | 926,60 |
0,05 | 247,00 | 12,35 | 968,24 |
0,02 | 158,00 | 3,16 | 483,48 |
0,01 | 158,00 | 1,58 | 363,40 |
Total | 939,00 | 69,69 | 3602,72 |
Durante los días previos a la fecha límite ya fui mirando opciones. Fuera de Baviera no es fácil conseguir un Dirndl bueno bonito y barato. Acá en Frankfurt sólo tenían en un C&A (lejos la mayor y mejor selección); en una tiendita del apartado barrio de Griesheim a la que me fui un día en bici (pocos y caros); en una tienda de ropa chetoide acá en el centro (pocos, caros y feos) y en Galería Kaufhof (el equivalente alemán del Corte Inglés; precios similares a C&A, menos variedad con lo cual menos cosas lindas). En Internet había más modelos y precios pero por las diferencias no sólo de tamaño sino de forma con las alemanas, me daba cosa comprar algo allí sin probármelo, con el riesgo de tener que cambiarlo y no tener Dirndl para la fecha que lo necesitaba. Una changuita realizada en la última semana de agosto me permitió aumentar el presupuesto inicial para conseguir algo más bonito.
Pero al irme de shopping los primeros días de septiembre, de mi talle quedaba poco y nada. Probé varios modelos y marcas pero más allá de ciertas diferencias de corte una cosa era clara en todos los casos: el 34 me iba chico y el 38 grande. Inútil buscar algo que no fuera en 36. Para más inri, en una de mis excursiones preliminares me había enamorado de un Dirndl rojo de C&A, así que más difícil todavía encontrar algo con las pocas opciones que tenía. Pregunté en C&A si el que yo quería no lo tendrían en otra sucursal, aunque no fuera en Frankfurt: pero la chica de servicio al cliente me respondió que estaba agotado en todas las tiendas. Me sugirió buscarlo en la tienda online, pero tampoco allí quedaba nada en 36, por más que revolví a conciencia hast el último vestido dejado a la salida del probador y hasta perseguí a una por media tienda con la esperanza de que soltara un Dirndl talle 36 que había agarrado y que al día de hoy espero que le haya quedado horrible. Incluso me fui hasta una casa especializada en Darmstadt, pero tenían poco y carísimo. Y es que más allá de las intenciones, si me voy a comprar un vestido de más de cien euros lo lógico es que me compre uno que me encante, no uno que zafa. Y me gustaban un par, pero no me encantaba ninguno.
Toda la alegoría que pensaba poner en el blog sobre el valor del ahorro y la mar en coche se derrumbaba y parecia recordarme mi origen sudaca en la triste ironía de esforzarte para conseguir algo y no ver nunca la recompensa. Pensé que tal vez llegando a Crailsheim habría más variedad, pero no le di más vueltas al asunto y metí en el bolso la ropa sufrida de rigor para poguear, bebida en mano, sobre los bancos de la carpa.
Así, ni bien llegada al Putopueblo, me eché un minitour -valga la redundancia- por las tiendas de la calle principal. En Woha no había nada de nada, pero bueno. Más me extrañó no ver un solo ejemplo de Trachten en la biyuyesca TC Buckenmaier que siempre se erigen como el referente de la moda crailsheimeña. Así que veinte metros más allá de nuevo estaba en C&A volviendo a ver el hermoso Dirndl rojo que NO había en mi talle... Y entonces Dios me iluminó. Uno de los Dirndl rojos lo tenía el maniquí. La etiqueta no se veía, estaba metida hacia adentro, pero sabiendo muy bien a estas alturas de dónde estaba agarrada, me acerqué y tiré de ella despacito... ¡era un 36! Me acerqué al mostrador con mi mejor sonrisa y moditos y rogándole a los santos que no se me pusieran en modo Rottenmeier y le digo (en alemán, claro) "A ver si me puede ayudar... quisiera uno de los Dirndl que tienen, pero el único en mi talle lo tiene puesto el maniquí". Y ni corta ni perezosa la mina da voces a su compañera cual gitana de feria: "Fulanen! Dirndl von der Puppe!" Y la fulanen sin inmutarse entró a desmembrar el maniquí ahí mismo para darme el Dirndl. No había llegado yo a la caja que ya lo estaba vistiendo con otro.
No sé cuántas veces y con cuántos vielen y herzlichen les repetí Danke a una y a otra. Y esa noche, y la siguiente, me sentí diosa total.
Nuri, me encantó este post, hermoso el Dirndl, te queda pintado, y se nota que lo disfrutaste. Nunca pensaste en escribir un libro con tus experiencias???
ResponderBorrarSusy
Me divertí con ganas con estas odiseas para comprar un Dirndl. Desde el metodiquísimo ahorro hasta tu cuasi desilusión de sudaca al respecto. Ni hablar del cuadro con el peso y cantidad de monedas y la foto del Dirndl Found. Genial lo de la moda craisheilmeña y lo de la Fulanen. Y lucís más que bien con el traje (me parece que con abundante push-up, o son las bondades del corsé?). Me gustó mucho.
ResponderBorrarY los quilos de más... jajaja eso es lo más loco, como ya daba el tema por perdido, no me llevé el corpiño apropiado (balconette); tengo puesto el de todos los días, lo tuve que sujetar al escote con dos alfilercitos de gancho para q no se viera porque es tipo triangulito...
ResponderBorrarJajaja!!! Me morí, no había visto esto!
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