Hay veces que, a la hora de comer, una tiene que apañarse con lo que puede. Y no hablo, graciadió, de tiempos de guerra, postguerra, hambruna, vacas flacas o invasión extraterrestre. Tampoco, lamentablemente, de cámping.
En mi (nuestro) caso particular, hay por lo menos uno, cuando no dos o tres, momentos así por año, típicamente antes de un viaje más o menos largo (7 días o más), momento en que la heladera tiene que quedar liberada de todo alimento que no pueda conservarse fresco por ese período. O sea, salvo condimentos, manteca, mermelada, alcohol y un par de boludeces precocidas en el freezer para la primera comida de la vuelta, todo lo demás, como dicen acá, muss raus! La otra típica es después de una festichanga importante donde haya sobrado mucha comida que hay-que-consumir, aunque en ese caso hay más changüí.
Es en esos momentos que se impone el viejo dicho de si hay miseria que no se note y, para disimular, he dado a esos momentos el (sin embargo) apropiado nombre de "Cocina Creativa". Y es que hay veces que hay que devanarse los sesos para sacar algo rico de la plétora de requechos, sobre todo cuando una no puede permitirse añadir ciertos ingredientes, o sea: si me falta, puedo comprar un tomate, pero no por ejemplo una taza de leche, o un huevo, o media plantita de lechuga.
El último ciclo de cocina creativa se alargó alrededor de un mes o un poco más. Comenzó todavía en Crailsheim, con el casi total vaciamiento de la heladera y la mayor consumición posible de lo que estaba en las alacenas para mudarse con menos bultos. En el medio, Nach que estaba sólo de dos a cuatro días por semana, de los cuales capaz que hacíamos alguna comida afuera, con lo cual los cálculos de compra se me podian ir fácilmente al joraca. Esta etapa incluyó highlights como las tres refecciones seguidas que me pasé comiendo paty, porque había que terminar la caja; la mega ensalada bávara de papas, porque había que terminar las papas y la cebolla; el revuelto de espinaca, la penúltima cebolla, el último tomate y la última lata de sardinas, un descubrimiento que pienso reproducir en el futuro (no sólo quedó buenísimo, es una bomba de nutrición!).
Esa primera etapa, por lo menos, tenía el consuelo de la infraestructura. Pero la cocina nos la instalaron recién a los 13 días de habernos mudado¹, con lo que si bien podía comprar toda la comida que quisiera, ¿dónde me la metía? La cocina (ambiente) llena de los bultos que serían las alacenas, bultos que llenaban también el pasillo y parte del comedor. Salvo por la heladera y el microondas, era como estar de cámping, pero con estrés añadido: cuidando de no salpicar el piso del baño al lavar los platos; cuidando que no se ensucien/chinguen los módulos que serían las alacenas; sin lugar; no queriendo desparramar nada porque la precariedad tenía ya fecha de vencimiento.
Parte de nuestras comidas fueron mandangas listas para echar al microondas. Sabemos que esto no es una opción muy sana que digamos, así que tratamos de evitarlas. En el súper de acá a tres cuatras tienen una sección muy amplia de comidas preparadas incluyendo salad bar; esta era mi opción para la mayoría de mis almuerzos y la solución para tener ensalada de acompañamiento a la noche sin tener que ponerse a buscar en qué caja quedaron las tablas, los cuchillos, los bols... Un sábado estrenamos la parrilla que nos regalaron en la fiesta de despedida. El resto es cocina de campamento, con el sólo glamour agregado de que el súper siempre tiene más variedad que la proveeduría del cámping.
Las highlights de la etapa dos fueron el chili con carne² que hice un día (el que sobró lo calenté al microondas con mix de verduritas congeladas) y los fideos con tuco rosa de otro: una salchicha que quedó del asado; media lata de tomate triturado que quedó del chili y medio pote de crema que quedó de unos capelletti de otro día.
El final del Ciclo de Cocina Creativa no fue muy claro, la instalación de la cocina cubría sólo lo básico, así que a nosotros nos quedaron tareas como poner los zócalos, puertas, cajones. La instalación fue el mismo día que se casaba Pierre, o bien una semana antes de salir de vacaciones, fecha que por antonomasia marca el comienzo de un CCC estándar.
Y este finde es la fiesta de cumple de Mi Amado Esposo, así que quién sabe la semana que viene tenemos otro CCC con las sobras...
¹Para los que no saben: acá en Alemania existe la reputísima costumbre de alquilar viviendas sin la cocina. No sin el artefacto cocina, no, con el ambiente cocina totalmente pelado, apenas con la conexión de agua y electricidad. En el pasado nos ocupamos de buscar deptos con cocina, pero dado el déficit de viviendas de Frankfurt, frente a los requisitos de garage y balcón, la cocina pasó a segundo plano. El lado bueno es que la diseñé a mi gusto y piacere.
²Ya saldrá la receta, no desesperen...
Muy frustrada, porque es la tercera vez que comento este post, y no se publica!!!
ResponderBorrarMe divirtió eso de agotar la heladera hasta el final cuando uno se va de vacaciones largas o se muda, lo hemos hecho tantas veces... Y también soy la reina de cocinar con los últimos requechos, que platos muy bien pueden salir de casi nada. Muy sexy para la cocinita de camping