De lo que me vine a acordar a raíz de un post de mi amiga Lau y el posterior chateo con ella...
En 1994 tuve mi primer trabajo "de verdad" en el local que el marido de mi prima, su hermano y otro socio tenían en la galería San Carlos, de Haedo. Era una tienda de regalos, Nuri en su elemento, rodeada de peluches, libretitas, papelitos...
En la misma época, mi mejor amiga Andi estaba cursando el último año de secundaria en el colegio Brown, que estaba a dos cuadras de la galería. Ergo, cada día pasaba a saludar antes de entrar y/o al salir de clase, sola o acompañada de sus amigas.
Al lado de mi local había una casa de fotocopias, en la cual ellas fotocopiaban cosas que necesitaban para el colegio, yo fotocopiaba boludeces varias y además nos prestábamos la aspiradora.
La cuestión, que uno de los dos muchachos que atendía en la fotocopiadora estaba más bueno que el asado de tira. Era pero que móói-lendoo, opinión compartida unánimemente por todas las que frecuentaban mi local. Y cuando estaba con las chicas y lo veíamos pasar no perdíamos la ocasión de entonar un merecido "¡Potrooo!" amparadas por el Cono del Silencio que era el local cerrado.
El problema, como probablemente recuerden los fans del Superagente 86, es que el Cono del Silencio nunca anduvo bien.
Un buen día se nos ocurrió hacer la prueba - una de nosotras salió afuera mientras otra gritaba algo adentro-... y sí, se oía TODO. Huelga decir que nunca más piropeamos al bueno de Potro, tan caballero él, que jamás acusó recibo de nuestra desfachatez.
En los ratos en que no entraba ningún cliente al negocio, incluso compuse este malísimo poema, antiejemplo de métrica y ritmo:
~ Recuerde: Haciendo clic sobre las fotos, se agrandan! ~
Excelente! ja ja ja ja ja me mata el "...apoyá la cabeza en la xerox, repartí las fotocopias a la hinchada..."
ResponderBorrarja ja ja ja ja
Qué bochorno, se oía todo!!!
ResponderBorrarMe imagino qué peligro vos trabajando con peluches y libretitas, te quedarías uno de cada.