28.5.09
Escocia II
Lo dicho, el jueves a la mañana partimos para el norte en tren. Llegamos a Inverness pasado el mediodía y almorzamos en una pizzería a la vuelta de la estación. Llovía, y faltó quórum para pasear por la ciudad, así que nos metimos en un shopping convenientemente allí ubicado, a ver vidrieras (cada cual por su lado) y tomar un café (todos juntos). Para esto había amainado un poco y nos dio tiempo de ir hasta la catedral y volver a tiempo para encontrarnos con David y retirar el auto que alquilamos para poder movernos toda la peña por las Highlands.
Llegamos a Forres a la tardecita -tardecita de reloj, pues la época del año y coordenadas geográficas resultaban en un atardecer a las 23h- y tras los saludos de rigor e instalarnos en nuestras habitaciones procedimos a cenar. Comimos ensalada y un rico guiso de cordero. De postre una crema q lleva whisky y avena y de cuyo nombre no me acuerdo.
Al día siguiente después del desayuno nos pusimos en camino. Enfilamos para la costa oeste, haciendo la primera parada en Rogie Falls, una cascada en medo del bosque, muy lindo. De ahí seguimos rumbo noroeste hasta llegar a Gairloch, donde tuvimos nuestra primera visión de las playas escocesas: anchas, de arena fina, desiertas, pendiente nula. Nos quedamos un ratito y seguimos para Gruinard, otra playa fabulosa, con un islote y todo al que, con marea baja (como nos tocó) se llega caminando por las rocas. Nacho y David se animaron y se metieron al mar (el agua estaba fría, pero no helada). En la costa no había mucha variedad de cosas: un tipo de caracol; anémonas; y conchas de almeja-mejillón-navajas. Estuvimos un buen rato en esa playa, y luego fuimos a Ullapool, donde hicimos el "almuerienda" pues ya eran como las 4 de la tarde. En el camino de vuelta, paramos en las ruinas del castillo Ardvreck y luego en una colina de por ahí para hacer fotitos.
Hago un paréntesis aquí para decir que los prados y colinas que pasamos estaban llenas de ovejas. Y que las muy degenaradas habían parido en patota y junto a cada una había una o dos bolitas peluditas y blanquitas a la zaga, saltando y haciendo baaaa con vocecita de pito. Y yo al borde del orgasmo todo el camino, claro, para martirio de mis acompañantes.
Al otro día fuimos para el lado contrario. Paramos primero en la playa de Findhorn, donde desemboca el río homónimo, a la que volveríamos más tarde. De ahí a Burghead, donde existe un mirador desde tiempos inmemoriales y hay un pequeño puerto del que vimos entrar y salir botes varios. Luego fuimos a un lugar en el río Findhorn llamado Randolph's Leap. Es un cañón de roca, muy lindo, donde nos divertimos como chanchos saltando entre las piedras. El nombre es curioso, porque no fue Randolph quien saltó (leap) el cañón, sino uno de sus enemigos, al que venía persiguiendo. En el lugar hay dos mojones que marcan el límite de una crecida brutal que hubo en 1829; y aunque una diga "uuuh, lo que debe haber sido eso" es imposible hacerse una imagen mental que describa fielmente lo transformado que debía verse el paraje.
Comimos algo liviano en una especie de mini-shopping pijo que hicieron recuperando los edificios de una antigua estancia, un sitio llamado Logie Steading. Después pasamos por el lago Lochindorb. En el medio hay una islita con las ruinas de un castillo que en invierno se puede llegar caminando sobre el hielo. De vuelta paramos en un puente (no me acuerdo el nombre) desde donde la gente suele echarse clavados, pues el río abajo es muy profundo. En el agua saltaban los salmones, y una sin mediomundo.
Volvimos luego a Findhorn. A la mañana la marea había estado alta, y sólo habíamos visto una playita normal. Ahora, con la marea baja, parecía que alguien se hubiera robado el mar. La arena mojada se extendía por hectáreas, y aunque caminamos cerca de un kilómetro (en diagonal, justo es decirlo), no llegamos al mar abierto. Supuestamente en esa playa y con marea baja se juntan las focas; pero justo ese día las muy putas tenían que ir a ponerse en otro lado, lo bastante lejos para que con binoculares sólo adivináramos sus rollizos cuerpos en la arena.
Previa parada técnica en la casa, nos fuimos a cenar a un restaurant bonito de Forres. Al día siguiente emprendimos el camino de regreso a Edimburgo para tomar el avión, con parada para un poco de shopping. El "Aaahhhh!" de oro se lo lleva una vaca que pasamos en la ruta, lamiendo a su ternero y con la placenta todavía colgando.
Como reflexión final (¿Qué nos pasa a los argentinos?) vale decir que nunca había visto un paisaje, en playa y colinas, tan parecido a mi amada Patagonia. Habrá que volver.
~ Recuerde: Haciendo clic sobre las fotos, se agrandan! ~
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Me hiciste reir con ganas con lo del orgasmo por las ovejitas y el martirio de tus acompañantes. Supongo que eso y la vaca parturienta ya justificó tu viaje a esos lares.
ResponderBorrarParece que el paisaje escocés les brindó todo lo que podía esperarse. Y una hora tan tardía para oscurecer ayuda a aprovechar al máximo.
También veo que se le animaron a la comida local, muy bien. Esta bueno haberlo hecho con anfitriones locales.
YA TE LO HABÍA DICHO: EL PARAÍSO!!!! HOY RECIBÍ TU POSTAL... INFINITAS GRACIAS!
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