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23.3.09

No hay mal que por bien no venga

Haciendo gala de mi habitual humor negro, el dicho de marras podrìa aplicarse perfectamente a la ciudad de Pompeya. En el año 79 AD, diecisiete después de un terremoto que la dejò bastante cachuza y debido al cual todavìa habìa muchas obras de reconstrucciòn, el Vesubio se echò el provechito màs bestia de su historia y enterrò a la ciudad completita con todo -y todos- los que estaban adentro. Y la parte buena de todo esto? Para los Pompeyanos, ninguna, pobrecitos. Pero a nosotros, casi 2000 años despuès, nos quedaron de recuerdo elementos y obras de arte perfectamente preservados bajo la capa de cenizas y lava que, aunque no dejò un alma en pie, actuò de capa protectora para todo lo demàs. Y todo esto viene a cuento de que precisamente en esta ciudad Romana estuvimos ayer domingo, cumpliendo un sueño que tenìa hace rato. Pompeya se parece a otras ruinas romanas en que hay pedazos de columnas, anfiteatro, foro. Pero es como ninguna porque entre las 66 hectàreas excavadas es perfectamente posible imaginarse realmente còmo era la ciudad antes de la erupciòn. Una cosa es que te cuenten còmo era una villa romana; otra es ver los cimientos de piedra y cuatro pedacitos de mosaico del cuarto de servicio en una ruina cualunque. Y otra cosa es entrar por el atrio de una villa, pisando el mismo mosaico que pisaron los romanos; caminar por el peristilo, ver los frescos del triclinum, abservar còmo difieren los mosaicos segùn la importancia y funciòn de cada habitaciòn... Todo mejor conservado que màs de cuatro reliquias de la edad media (màs tarde, en el Museo de Nàpoli, tuvimos el privilegio de ver el ùltimo friso de màrmol desenterrado: hace apenas un mes, y està nuevo). Soy una loca de los mosaicos de la època romana asì que èstos me resultaron especialmente divinos. Como dije, entramos a varias villae, unas màs discretas, otras un derroche de lujo que podìan ocupar casi una hectàrea. Sòlo me faltaba ver a Attia Julia pavoneàndose alrededor del impluvium. A la vuelta del foro estàn unos de los tantos baños pùblicos de la ciudad. Se visita la parte masculina (estaban separados en salas de hombres y de mujeres). Hay un patio divino, el vestidor, y las tres salas donde bañarse: frigidarium (de agua frìa), tepidarium (tibia) y caldarium. Todas, previa restauraciòn, intactas. En cualquier esquina se encuentran los termopilia, o como los llama uno hoy en dìa, snack-bar. Los romanos no acostumbraban almorzar en su casa. En el termopilium comìan bueno y barato, ademàs de hacer sociales, claro. La disposiciòn es la misma, pràcticamente, que la de un bar actual: una barra de ladrillos y/o mamposteria (las màs top con alicatado en màrmol) con agujeros (cual mostrador de heladerìa) para poner las tinajas con comida y, si el espacio daba, lugar para sentarse atràs. Una puede darse cuenta cuàles eran los lugares màs animados de la ciudad por la cantidad de termopilia por cuadra... Menciòn aparte merece un edificio ùnico en Pompeya: el burdel. Las chicas, habitualmente, atendìan en el primer piso de alguna tienda o en cuartos, digamos "sueltos". De ahì la singularidad del puterìo en cuestiòn, pues hasta ahora es el ùnico edificio de Pompeya construido especìficamente para el ejercicio de la profesiòn. Las paredes estàn decoradas con cuadritos eròticos, digamos, "promocionando" los servicios que uno podìa requerirle a las chicas, y hay 10 habitaciones (5 visitables), con sendas camas de piedra (sobre las que iba un colchòn, claro) , y una letrina. Tengo la càmara enchufada a la compu pero no me da el tiempo para subir fotos. Actualizarè.

2 comentarios:

  1. Se ve que realmente lo disfrutaste. Entré por las dudas, no pensé que ya hubieran escrito, directamente desde el lugar. Detalladísima la descripción. Me hiciste buscar la palabra alicatado, que desconocía. Lucís muy seductora en la cama de la puta.

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