Cuando yo era muy chiquita (antes de mudarnos a Castelar, o sea con menos de 4 añitos) tenía un perrito de felpa al que había bautizado Panterito. Era el típico muñeco choto de felpa barata (esa que ya ni existe y es como un plush finito con una capa transparente de esponja) relleno de mijo. Claro, muñeco choto+niña pequeña= para cuando nos mudamos el pobre ya estaba hecho teta: descolado, desorejado, remendado... pero yo lo seguía amando.
En los primeros tiempos en la casa de Castelar, teníamos almacén, verdulería y panadería en un radio de dos cuadras, pero por esas cosas del destino, comprar carne suponía un paseo bastante más largo. Una opción era Rosana, para lo cual había que cruzar la Av. Lebenshon, un horror y una hazaña digna de Tarzán (en esa época no había salido Indiana Jones). Así que generalmente íbamos a una que estaba en Alem y Monte. A mí me gustaba ir, no sólo porque siempre me encantaron las carnicerías, sino porque la cajera siempre me regalaba unos caramelos deliciosos.
Pues resulta que un día, al salir de la carnicería con mi iaia, entramos al kioscazo cruza con mercería de Alem y Monte (justo enfrente de la carnicería) para comprar no se qué y no va que en la vitrina del mostrador veo... ¡Panteritos! ¡Sí! ¡Nuevitos, blanquitos, con cola y orejas negras como mi mamá me decía que el mío había sabido tener alguna vez! Se lo pedí a mi iaia y ella, como corresponde a una Abuela, me lo compró. El viejo Panterito fue a parar a la basura y el nuevo... terminó como el viejo antes de su jubilación. No volví a ver Panteritos en ningún lado. Pero bueno, los avances de la ciencia -ejem- y la melancolicositud de su dueña han permitido a Panterito II gozar de una vejez tranquila en la caja de los tesoros.
~ Recuerde: Haciendo clic sobre las fotos, se agrandan! ~
Lo contás tan lindo que parece un cuento corto.
ResponderBorrarDIOS, CADA NUEVO RELATO DE TUS TESOROS ME EMOCIONA MAS QUE EL ANTERIOR!
ResponderBorrarLo primero, me encantó el nombre del muñeco, la creatividad de tu parte es algo increíble y sello personal desde pequeña. Lo segundo, me encantó la forma en que contaste toda la anécdota y coincido con Silvia en que parece un cuento corto. Quizás debas animarte a dar el salto, ilustraciones de Sergio Kern...pensalo!!!BESOS
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