Martes, arte: Boquitas pintadas

Desde que empecé a maquillarme tengo una costumbre. Como muchas otras mujeres -me atrevo a decir la mayoria- servidora no hace ni puto caso de las indicaciones de los maquillajes sobre por cuánto tiempo despues de abiertos pueden ser usados. Sobre todo porque, para una que se maquilla de vez en cuando y no todos los días, eso supondría tirar todas las pinturas casi nuevas. No señor. Salvo que se acaben antes, las pinturas se tiran: el rimmel cuando está tan pastoso que a una le quedan las pestañas como a Cristina K; las sombras cuando te hacen picar los ojos o se transforman en piedra; los lápices cuando se les desintegra la mina; el rubor y el polvo compacto cuando se pulverizan; y los labiales y bases cuando apestan a rancio. Incluso con esa política tan ahorrativa, a veces la sombra petrificada o el labial caduco todavía tienen bastante sustancia. Por eso, y para experimentar, y por joder, cada vez que hago limpieza de maquillajes pinto algo con ellos. La mayoría de las veces quedan reverendas cagadas que van a la basura junto con las pinturas que usé para crearlas. Vale aclarar que la naturaleza de esta técnica conlleva que muchas veces una tenga sólo dos o tres colores que además son horribles o demasiado parecidos entre ellos. Curiosamente, los dos dibujos que pongo hoy corresponden a esta escasez cromática de la que hablo, y son los únicos pintados con maquillaje que sobreviven en mi carpeta.

S/T; 1994; lápiz labial sobre papel