Obsesión-Compulsión

La temperatura en este momento es de 2ºC y cae una aguanieve más líquida que sólida desde prácticamente todo el día. Entre el hastío del putopueblo y que ayer me vino, hace un rato me encontré en una disyuntiva: o me voy a Café Frank a clavarme un capuccino y una porción de torta o me caigo muerta de angustia. Evidentemente, me calcé la campera, me subí la capucha, que queda horrible pero con tal de no llevar paraguas cualquier cosa, y salí. Previo al café, entré a la librería pues además necesitaba una hoja de papel color lila (el para qué, vendrá en post aparte, pues no viene al caso aquí). Voy al expositor, miro, comparo, elijo, y me dispongo a dar la vuelta de rigor antes de pasar por caja a abonar los 80 centavos (hablamos de papel especial). Y no va que en esta librería donde casi nunca tienen una m... me encuentro en primer plano con uno de los papeles de carta más lindos que he visto en los últimos tiempos. Que es de una marca cara (Rössler) pero qué bellezor y ya lo tengo en la mano. Y en el otro expositor, donde siempre tienen sólo cuatro papeles de diseños desinspirados, incambiables, y carísimos, tenían otros dos modelos nuevos de la colección infantil de la misma marca. Total, que terminé gastando más de 20 veces más de lo esperado. Y después fui a Café Frank, claro. Sin embargo, hay algo que me remuerde un poquititito la conciencia: Creo que en lugar de chocolate, tendría que haber pedido torta de arándanos.