2.6.08
Poniéndose al Día IV - Every Girl is a Princess
Al día siguiente nos fuimos a Potsdam, capital del estado de Brandenburg (Si Berlin= Cap. Fed => Brandenburg= Pcia. de Buenos Aires => Potsdam=La Plata). Allí solía tener su residencia el rey de Prusia, y éste tenía toda la torta, así que cuando un palacio le quedaba chico directamente se construía otro. Yo, que soy una princesa, podría haberlos visto todos y cada uno, pero como iba con Mi Amado Esposo, tuve que elegir entre él y el reino (¿el trono, o María?) , así que sólo vimos un par. Arrancamos en Sans Souci, el palacio de verano. Todo en estilo Rococó, un despliegue de dorados y firifláis que me faltaban sólo los zapatitos de cristal. No encontré fotos en la web, pero la habitación estilo "caribeño" es de una extravagancia tal, que no pude menos que amarla. Dicen que en ella pernoctó Voltaire.
Tras visitar la cocina, impresionante, diviiina con una de las primeras cocinas económicas gigantesca y moldes varios de hacer pasteles, visitamos los edificios aledaños. Como el bruto palacio se ve que en seguida les quedó pequeño, el rey se hizo hacer otro palacete al lado para albergar su colección de cuadros (nada excepcional); y otro palacete más para guardar sus naranjos en invierno para protegerlos de las heladas - que luego reconvirtieron en palacio de huéspedes (parece que en un arranque de plebeyez, al rey le encantaba tener frutales en sus jardines y autoproveerse de fruta, aunque conforme a su real condición, dicha inclinación incluía invernaderos donde crecían hasta bananos y el mencionado palacete-orangerie).
De ahí nos fuimos caminando hasta el Neues Palast, o sea el palacio nuevo. Parecía cerca pero nos tiramos un buen rato. En el camino vimos la casa china, un coqueto salón de té donde seguramente les prepararía la infusión el chef chino que tenían contratado a ése sólo efecto. La razón por la que el Neues Palast, desde la distancia, nos parecía cercano, no era otra que el tamaño gigantesco del mismo. Tan grandioso, que en la vereda de enfrente construyeron dos palacios más a modo de dependencias de servicio (hoy sede de la Universidad de Potsdam). El palacio divino también, mayormente rococó que era el estilo preferido del rey, pero con transiciones al Neoclásico que era el estilo de moda cuando lo construyeron. Como este palacio se usó hasta fines del S. XIX, incluye modernitudes tales como baños, un ascensor, y timbres para llamar al servicio: "Jakob! Das Kind hat Durst und es gibt keine Orangen!".
Sin embargo, así como el kitsch de la habitación tropical de Sans Souci era entrañable, nada podía prepararme para the horror que supuso ver la perla (negra) del palacio nuevo: la Grottensaal, o sea, el "salón-gruta". Una pesadilla fantasía barroca cuyas paredes y cúpulas están recubiertas de conchas marinas de todo tipo, tamaño y color, formando motivos conformes al estilo rococó del edificio. Las fotos que encontré en la web (acá a la derecha - adentro no te dejan hacer fotos) no le hacen justicia a lo espantoso del conjunto. El souvenir de caracoles más estrafalario y fiero que haya una visto en los chiringuitos playeros es un huevo de Fabergé en comparación con el decoricidio cometido en esa sala.
Después de tanto Rhocóucou, como decía la audioguía en inglés, nos refrescamos con los diseños racionalistas del museo de la Bauhaus. Chiquito pero cumplidor. Divinos los objetos a la venta, casi tan lejos de nuestro presupuesto como el palacete Rhocóucou propio. De la Bauhaus fuimos caminando hasta Potsdamer Platz, donde vimos nuestros primeros restos del muro. Los de Potsdamer Platz están separaditos, expuestos para el turista. En una calle cercana había un buen trozo de muro "al natural". Por ella habíamos tomado para ir al famoso Checkpoint Charlie, donde visitamos el museo del Muro. En él se muestra y explica con meticuloso detalle la angustia, el anhelo de libertad y los escapes de los ciudadanos de la RDA hacia la parte occidental. Me quedé con una frase de uno de los grafittis del muro: "Tutti i muri, prima o poi, vengono abatutti"
Reventados regresamos a nuestros propios cuarteles y, en un ataque de estoicismo, nos dignamos ir hasta un Biergarten cercano después de cenar para tomar algo. Dado que estábamos hechos trizas no tuvimos ocasión de detenernos a apreciarlo; pero en esa esquina del Tiergarten, las farolas que alumbran el camino son un museo al aire libre, el de la luz, así que volvimos a la residencia entre lámparas de gas, como en el XIX, como corresponde a una princesa como una.
~ Nota: las imágenes de interiores de museos no son mías, pertenecen a los sitios web a los cuales enlazan.~
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"todas ibamos a ser reinas..."
ResponderBorrarfantastico!
habia escuchado de famoso saón caribeño antes, en una serie de documentales sobre palacios, pero nunca habia escuchao del "decoricidio", debe ser porque siempre muestran lo lindo..:D
Abajo el rococó, no me lo banco, aunque haya quedado como cuasi sinónimo de principesco. Yo soy una princesa más clásica, o más moderna, pero no rococó.
ResponderBorrarLas visitas a cocinas antiguas me fascinan. Me gustó la versión de "el niño tiene sed". Qué locura, una orangerie palacete! Me hiciste reir mucho con la gruta de conchas, qué fulero! Nunca había escuchado lo del museo de la luz, simpático.