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20.8.06

BeNeTour V: Amsterdam, Alkmaar, Zaanse Schans, Farewell

BeNeTourIV: Amsterdam via Antwerpen - Fotos de Amberes by Nacho BeNeTour III: Brugge (Brujas) - Fotos de Brujas by Nacho BeNeTour II: Gent (Gante) - Fotos de Gent by Nacho BeNeTour I: Bruxelles (Bruselas) - Fotos de Bruselas by Nacho No sé si porque es costumbre local o por la (aparente) gran cantidad de ingleses que visitan Amsterdam, el desayuno en el hotel era estilo inglés. O sea, con huevos y panceta (me resisto a llamarla bacon a menos que este hablando en la lengua de Shakespeare). No estaba mal, aunque no da para desayunar eso cada día. Especialmente si tuviera que prepararlo una. La cuestión que el viernes después del inusual desayuno nos dirigimos a la estación para tomar el tren a Alkmaar. A sólo 40 km de Amsterdam, en la plaza del casco antiguo tiene lugar el Mercado del Queso. Cada viernes, los productores de queso locales llevan su mercadería al mercado, donde es acomodada en prolijas pilas. Una vez abierto el mercado, arreglan el precio por kilo con los comerciantes. Este proceso de regateo se hace mientras productor y comprador se golpean rítmicamente las palmas de la mano derecha (es muy gracioso). Llegados a un acuerdo, los expertos catan el queso para comprobar su calidad, me recordaban a los maestros queseros de la propaganda de SanCor, jejeje. Y entonces hacen su aparición los legendarios portadores de queso. Los portadores de QuesoVan vestidos con trajes típicos y están organizados en cuatro compañias, cada una con un color de sombrero distinto. Los portadores, por parejas, colocan el queso en una especie de trineos; una vez acomodado, se cuelgan el trineo mediante unas cuerdas que llevan colgadas de los hombros con correas de cuero y se enganchan a los "trineos" gracias a una muesca que éstos tienen. Y con una carrerita muy peculiar (en cada carga pueden llevar hasta 120 kg aprox.) llevan el queso hasta la balanza pública situada en una punta de la plaza. Se pesa el queso y lo vuelven a llevar hasta el transporte del comerciante que lo ha comprado. Durante muchos años, Alkmaar era la única ciudad en Holanda donde se podía pesar el queso públicamente para su venta, y su mercado de quesos es el más importante a nivel mundial. Todo muy pintoresco, aunque pasado por agua. Luego de ver un rato como se desarrollaba el mercado, nos metimos en el Museo del Queso, que funciona en el edificio del peso público. Está muy bueno, con detalladas explicaciones sobre la elaboración de estos lácteos así como sus primos la manteca y la crema. Lo lindo hubiera sido visitarlo cualquier otro día que no fuera el del mercado, ya que hervía de turistas. Frente al museo había feria, por supuesto, y muy inteligentemente los queseros ofrecían bandejitas degustación por 1,80 con 5 ó 6 qusitos distintos para que una pudiera deleitarse con todos y convencerse de comprar, por supuesto. Por supuesto que compramos. Nos hubiéramos quedado más rato, disfrutando de la ciudad que conserva el aire de pueblo si bien tiene una peatonal comercial muy completa; pero la molesta lluvia nos decidió a volver a la capital y finiquitar la romería por los museos. Para ahorrarnos tiempo, compramos menúes para llevar en el Burguer King de la estación de Alkmaar y los comimos en el tren. De vuelta en Amsterdam, arrancamos con la Oude Kerk (la iglesia vieja). Tanto esta como la Nieuwe Kerk (la iglesia Nueva, donde se casó Máxima) eran originalmente católicas, Oude Kerky luego cuando se impuso la religión protestante se despojaron de toda la imagería y boato católicos. Una cosa que me llamó la atención de las iglesias de esta zona es que el coro está situado entre el presbiterio y el ábside, al contrario q en las iglesias góticas de por aquí donde el coro está entre la nave y el presbiterio. La Oude Kerk tiene un techo abovedado de madera precioso, y en una de sus capillas está enterrada Saskia, la 1a mujer y musa de Rembrandt. Afuera, en torno al ábside, se alinean las ventanas de luz roja con señoritas trabajadoras de aspecto decadente y los traficantes de droga de aspecto intimidante - salvo para los veinos del barrio que transitan por la Enge Kerksteeg con el carrito del niño sin inmutarse en lo más mínimo. De ahí fuimos a la Nieuwe Kerk, que queda en el Dam, frente al palacio real. El palacio es un edificio enorme, cumple funciones oficiales, pero la familia real vive en el palacio de La Haya. Eso explica por qué este no tiene ningun tipo de megavigilancia y está ahí mismo en pleno centro de la ciudad. El Dam la verdad que bonito no es, lo cual explica por qué la reina vive en el otro palacio que es lindo y está en medio de regios jardines donde puedan retozar los principitos (actualmente, princesitas). La Nieuwe Kerk, que es enorme, se usa regularmente para exposiciones. En ese momento había una llamada Fashion DNA. Los carteles eran modernosos por lo que no me esperaba gran cosa, pero resultó ser the best exhibition ever! (for a girl anyway). La expo cubría la historia de la moda y la indumentaria desde el siglo 17 o así hasta nuestros días. Profusión de ropas de todas las épocas y lo mejor de lo mejor de lo mejor, el sueño de la piba hecho realidad: en el ábside, detrás del coro, réplicas de vestidos antiguos para probarse!!!! Girl's paradiseJugué a la Barbie con todos mientras Mi Amado Esposo soportaba estoicamente mi exultación sacandome las fotos de rigor. Cuando por fin Mi Amado Esposo consiguió arrancarme de la Nieuwe Kerk, nos fuimos al Museo de Historia de la ciudad. Funciona en un antiguo orfelinato, y es un edificio interminable y laberíntico. Sin embargo el recorrido cronológico está muy bien armado en sentido circulación (un punto que nos obsesiona desde nuestra visita al British Museum), con atajos varios para el que quiera obviar un período equis. Nosotros lo hicimos enterito. Completóse nuestro minicurso acelerado de Carrillón cuando en una de las salas pudimos ver de cerca un "teclado" de carrillón, donde se veía bien la conexión con las campanitas. Al terminar la visita salimos corriendo para llegar antes del cierre a la tercera iglesia del día, una curiosidad que no podíamos dejar pasar: Nuestro Señor en la Buhardilla. La iglesia de Nuestro Señor en la Buhardilla fue construida en el siglo 17. Como el catolicismo en esa época estaba prohibida, un comerciante adinerado compró tres casas colindantes, Nuestro Señor en la Buhardillaacondicionó la planta baja y primer piso para él y su família, y en la buhardilla unida de las tres mandó construir un iglesia. A pesar de la prohibición de realizar oficios católicos, las autoridades hacían la vista gorda si no se reconocía desde afuera que era una iglesia, por lo que ésta no fue el único templo de estas características que existió, aunque sí es el único que llegó hasta nuestos días. La forma por supuesto es poco común, pero es espaciosa y tiene órgano y todo. Aunque es un museo desde 1888, la iglesia todavía se utiliza para ocasiones especiales. Nosotros en realidad quisimos verla más temprano, pero no pudimos porque había un casamiento. En la planta baja hay una cocina antigua preciosa. Por cierto, una cosa que me olvidé de contar es que la forma habitual de dormir antiguamente en Holanda era en camas empotradas: eran como armarios pero con el colchón adentro. Supongo que sería una solución contra el frío, pero me pareció super original y no lo conocía. Un paso más allá del dosel. Cenamos en un restaurant griego, menú turístico consistente en sopa de pollo, tzuvlaki con ensalada y tzatziki. El último día de nuestro viaje contaba con la ventaja de que nuestro avión salía a las 21.30, con lo que igual nos quedaba todo el día para aprovecharlo. Así que tras dejar las mochilas en el locker de la estación de Amsterdam, nos fuimos a Zaanse Schans. En esta localidad industrial hubo en su momento más de mil molinos de viento. La última docena se conserva en una zona residencial Los molinosreconstruida a partir de casas del siglo 17-18. Si bien el barrio se construyó un poco a propósito para preservar el aire de campiña-holandesa-con-molinos, no es una fachada para turistas, ya que en las casas vive gente, y los molinos que allí quedan siguen produciendo. El lugar es precioso. Bucólico total, con mucho verde, patitos por doquier, gatos simpáticos... Visitamos dos de los molinos: De Kat (el gato) es un molino de pigmentos. Es el único de su clase que queda en el mundo (los pigmento se siguen moliendo pero en sitios menos pintorescos). También muelen esmeril que proveen a una delas principales fábricas de linóleos de Holanda. El otro molino que vimos es de aceite. Producen aceites para la industria, principalmente de linaza, que sirve de base para pinturas. Los molineros usan los típicos zuecos holandeses. Más tarde vimos cómo se hacían en una tienda-museo que tiene una colección bastante grande de calzados de madera del mundo. También dimos una vuelta por el museo del pueblo. Gracias a Dios fueron las únicas tres horas seguidas de sol que vimos en Holanda. A la vuelta resolvimos el almuerzo en Burger King y fuimos al Hermitage Amsterdam. Es como una sucursal o así del mítico Hermitage ruso. La expo que había era de filigranas de plata y oro. Nueva estoicidad de Mi Amado Esposo. Saliendo de allí nos metimos en el Museo Marítimo. Lo primero que hicimos fue abordar la réplica del velero Amsterdam, un barco como los de las pelis de piratas, buenísimo (lástima que sin el capitán Sparrow) (perdón Amado Esposo!) . Para más clima, una banda de músicos de taberna medieval animaba la nave. Paseamos un poco por la cubierat y el puente y en el momento en quenos metimos a ver el comedor y la oficina del capitan se largó la lluvia del siglo. después de pasar por la bodega, no nos quedó otro remedio que aguantar en la cubierta principal, como si tripulantes del bajel fuéramos. The Perfect StormY no éramos los únicos que estábamos ahí sentados, entre cañones y bolsas de arpillera, con las goteras cayendo al lado y observando por las ventanitas la tormenta que arreciaba, con cara de llevar semanas en altamar. Una media hora larga sí que estuvimos, y cuando faltaba sólo media hora para que cerrara el museo corrimos hasta el edificio principal para hacer una pasada rápida por las salas llenas de instrumentos, modelos a escala, cuadros y otras yerbas relacionadas con la navegación. Viendo que la lluvia no tenía ni putas ganas de parar, decidimos tomar el colectivo por las ocho cuadras aprox. que hay hasta la estación. Obvio que en cuanto el colectivo arrancó dejó de llover. Parece que los colectiveros holandeses deben ser medio parientes de los argentinos, porque al llegar a la estación, que además era la terminal, y con niños y ancianos a bordo, paró el vehículo a medio metro del cordón, espacio que además estaba lleno de agua por el aguacero. Así que viendo que el clima decididamente no acompañaba, hicimos una partida temprana hacia el aeropuerto, donde por lo menos pudimos terminar la tarde secos. "The End"

2 comentarios:

  1. nuri,cuando vuelvas por estos sures tendras que pedirme que ponga una canciòn:le carilloneur de Bruges,que tul? .Parece que aùn no tuivieron encuentro ìntimo Isabel Pantoja y el, fulano preso, no es terrible?

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  2. Están preciosos en la foto con los molinos. Es genial lo de poder vestirse con todos esos ropajes, me encantaría. Te queda más lindo el modelito verde. Por lo que contás, Igna se armó de una buena dosis de paciencia en lugares varios. Lindo, lindo viajecito, aprovechado hasta lo máximo.

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