20.11.05
Betes i Fils (dedicado a Mi Maaaadre)
Ayer, como adelanté el viernes, fui a Barna a comprarme un par de cosas para bolillos. Fui a Casa Félix, en la Plaça de la Vila de Madrid. Me compré además del buril, un par de hilos, alfileres grandes para separar la labor, y un par de sujetabolillos q no conocía pero q están bárbaros! Me acordé de mi madre, que adora las mercerías por la variedad de cosas que hay en ellas. Mientras esperaba, me entretuve como un niño de parvulario contemplando la diversidad enorme de telas con estampaditos chiquititos (el patchwork está de moda) ordenadas por color dominante; una Sra. delante de mí se llevó un retazo de una diviiiina, roja con un dibujito muy delicado de estrellitas navideñas. En la columna central había cientos, literalmente, de colores distintos de hilos Gütermann, ordenados por tono y de distintos materiales: algodón, seda, lino, metalizados (yo me llevé uno dorado y uno plateado) En la pared que da a la vidriera había de frente mar, dos docenas de modelos diferentes de bolillos: más grandes, más chicos, con mango ancho estilo centroeruropeo o finitos como los ingleses, pequeñitos de adorno, de distintas maderas, más otra media docena de bolillos tallados de colección. Sobre los mostradores, libros varios de bolillos, punto cruz y patchwork. Además de los más diversos accesorios para hacerle la vida más fácil a las freakies del bricolage (admitámoslo, en este rubro somos casi todas mujeres), entre los que me llamaron la atención: un aparato para redondear polleras. Una mini-mini-plancha, corte fierro de quemar la crema pero eléctrico y con un pequeño triangulito en la punta, para planchar labores pequeñitas; parches autoadhesivos para los dedos de la costurera que no se le mochen empujando la aguja. Como le dijo uno de los chicos que atendía a una mujer: "Tenim de tot, senyora, de tot. Vol un entrepà de llenties? També li puc preparar"*
Lo único que eché en falta es lo que siempre más me fascinó de las mercerías: los cajoncitos con los botones pegados sobre el frente. Si un día me saco la primitiva me compro una botonera de esas y me la pongo en mi casa.
A la noche vimos "El Gabinete del Dr. Caligari", una muda del año 19. Estoy gratamente sorprendida con como se lo curraban los alemanes de aquella época con esa forma de arte tan incipiente que era entonces el cine. La trama es muy buena, un auténtico thriller psicológico con un twist al final que se las trae. Destaca sobretodo la escenografía y la estética de los personajes, que claramente han ejercido influencia en mi amado Tim Burton. Para los que nacimos en la época del cine sonoro, colorido y lleno de FX, puede costar un pelín agarrarle el ritmo a las pelis mudas (como cuando en el cole/la facu nos ponían a leer cosas como la Celestina en versión original siglo 16), pero una vez hecho el esfuercito vale mucho la pena, ya que hay muchas que como ésta siguen siendo joyitas a pesar de tener casi 100 años (La Celestina es Brillante!).
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*Tenemos de todo, señora. ¿Quiere un sánguche de lentejas? También se lo puedo preparar.
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Nuru: muero de emoción en las mercerías, y esa me hubiera encantado, dejando de lado el tema bolillos que por el momento no me engancha. Recuerdo el zoco de Fez, donde había un sector sólo de hilos, y era un placer total, hasta me saqué una foto. Siempre que entro a una mercería miro todo, los botones, trencillas, catálogos para ver qué hay de nuevo (y de viejo). Bien por tu paseo. Silvi
ResponderBorrarNu: No te voy a mentir, las mercerías en general no son lo mío, porque lo que no es lo mío son las cosas bricolage. Pero sí me encantan los botones. Lo que me encanta mucho son las librerías, igual que a vos, pero no sólo las de libros de texto, nooo, las que tienen papelitos, lapicitos, cuadernitos...Un beso y ¡hasta pronto! Quina emoció!!!
ResponderBorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarPara el Usuario anónimo que mandó una crítica estéril: Cuando la mandes con tu nombre la dejo.
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